Martes, 23 Abril 2024

Editoriales

Descubrimiento de América y conquista de México

Descubrimiento de América y conquista de México

Que los Vikingos llegaron a América antes que Cristóbal Colón, es del todo cierto. En efecto, procedentes de Escandinavia, llegaron en incursiones comprobadas gracias al descubrimiento de vestigios de un asentamiento vikingo en L'Anse aux Meadows, isla de Terranova, al norte de Canadá; al vestigio de un crisol para fundir bronce, hallado en la isla de Baffin, al noroeste de Canadá, idéntico a los crisoles hallados en Noruega; y a las cuatro regiones al norte del continente americano a las que los Vikingos les llamaron Groenland o Tierra Verde, Helluland o Tierra de Arroyos, Markland  o Tierra de Bosques y Vinland o Tierra de Viñedos.

Los papas del Nuevo Mundo

Los papas del Nuevo Mundo

El 3 de agosto de 1492, Cristóbal Colón se embarcó en el Puerto de Palos de la Frontera, Huelva, España, en aquel viaje que buscaba trazar una nueva ruta hacia la India, pero que culminó en América, en una de las mayores proezas de exploración, de la humanidad.

La oración dogmática a la Virgen María

La oración dogmática a la Virgen María

Son cuatro los dogmas de Fe concernientes a la Virgen María: inmaculada concepción, maternidad divina, virginidad perpetua y asunción al cielo en cuerpo y alma.

El dogma de la Concepción Inmaculada declara que María, por una gracia especial de Dios, fue preservada de todo pecado desde que fue concebida por sus padres san Joaquín y santa Ana; dogma proclamado por el papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854 con la bula Ineffabilis Deus.

Sepulcros de la Virgen María

Sepulcros de la Virgen María

En la constitución apostólica Munificentissimus Deus, de 1950, documento con el que se definió el dogma mariano de la Asunción, el papa Pío XII sostiene que la Virgen María fue asunta en cuerpo y alma a la Gloria eterna “terminado el curso de su vida en la tierra”, expresión ésta, terminado el curso de su vida en la tierra, que se refiere expresamente a su muerte. En efecto, tras la muerte de la Virgen María, su cuerpo no conoció la corrupción en el sepulcro, pues fue asunto a los cielos, por su divino Hijo, en un tiempo comprensiblemente breve.

Casa de la Virgen María en Éfeso

Casa de la Virgen María en Éfeso

El papa Benedicto XIV (1740-1758) afirmó que “en Éfeso, la Bienaventurada Madre de Dios abandonó esta vida para irse al Cielo”, suceso que ocurrió en la actual localidad de Selçuk, Izmir, Turquía, frente al mar Egeo, a siete kilómetros de la antigua ciudad grecorromana de Éfeso, en la cima del monte Bülbüdag, que ha cambiado su nombre a Aladaj o La Casa de la Virgen. Allí se encuentra una pequeña capilla conocida como Meryem Ana Evi, construida con ladrillos y piedras sobre los vestigios arqueológicos de una antigua casa en la que habitaron la Virgen María y el apóstol san Juan, casa en la que comenzó a escribir su Evangelio, con información proporcionada por la misma Virgen María.

Huella de Jesús en la Roca de la Ascensión

Huella de Jesús en la Roca de la Ascensión

Tras la Muerte y Resurrección del Señor, los apóstoles permanecieron en Galilea unas tres semanas y luego se trasladaron a Jerusalén, como él se los pidió, donde se les apareció con frecuencia para enseñarles los misterios del Reino de Dios. Uno de aquellos días, mientras comía con ellos les ordenó que permanecieran en Jerusalén para que fuesen bautizados en el Espíritu Santo, lo que ocurrió el día de Pentecostés. Después los llevó al monte de los Olivos, donde alzando sus manos los bendijo y luego “fue levantado en presencia de ellos, y una nube le ocultó a sus ojos. Estando ellos mirando fijamente al cielo mientras se iba, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: –Galileos, ¿qué hacen mirando al cielo? Este que les ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá así tal como le han visto subir al cielo” (Hch 1,9-11).

Imagen Acheropita del Salvador

Imagen Acheropita del Salvador

En Roma se localiza un lugar que es único de la Urbe porque se presenta a sí mismo como el sitio más santo del mundo. A quienes allí acuden, a lo que fuese la Capilla Privada de los papas y Archivo Secreto Pontificio, les suele suceder lo que a los discípulos que no reconocieron a Jesús Resucitado en camino hacia Emaús, como afirma san Agustín (354-430), Padre de la Iglesia: “Algo había sucedido a sus ojos que permitió esa situación hasta la fracción del pan, por algún misterio, de modo que se les mostrase bajo otros aspectos y así no lo reconociesen sino en la fracción del pan. En atención a su mente, que aun ignoraba que Cristo muriese y resucitase, sus ojos padecieron algo semejante; no se trata de que engañase la verdad, sino de que ellos mismos eran incapaces de percibirla”.

Regalos de los Reyes Magos

Regalos de los Reyes Magos

Los Reyes le ofrecieron “oro, incienso y mirra” (Mt 2,11). El papa san León Magno (390-461), Padre de la Iglesia, enseña: “Reconozcamos en los Reyes Magos, adoradores de Cristo, las primicias de nuestra vocación y nuestra fe, y con ánimo desbordante de alegría, celebremos el comienzo de nuestra dichosa esperanza. En efecto, hemos empezado a tomar posesión de nuestra herencia eterna; es ahora que se han develado los secretos de las Escrituras que hablan de Cristo y que la verdad, rechazada por los judíos que no la vieron, se difundió con su luz a todos los pueblos. Por lo tanto, veneremos el día santísimo en que se manifestó el autor de nuestra salvación y adoremos en los cielos al Omnipotente que los Reyes Magos adoraron niño en su cuna. Y al igual que ellos ofrecieron al Señor regalos traídos de sus arcas, símbolos místicos, así también nosotros saquemos de nuestros corazones regalos dignos de Dios. Sin duda él es el dador de todo bien; sin embargo, busca el fruto de nuestro trabajo: en efecto, el Reino de los cielos no se le da a quien duerme, sino a aquellos que sufren y observan los mandamientos de Dios”.

Reyes Magos

Reyes Magos

Al llegar a Belén, los Magos “vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron” (Mt 2,10-11). Los pueblos babilonios, persas y medos solían llamar Magoi a hombres poseedores de gran sabiduría a quienes se les solía buscar para recibir consejo.

Pañales del Niño Jesús

Pañales del Niño Jesús

Encontrarán un niño envuelto en pañales” (Lc 2,12). En la gruta de Belén, una vez que el Salvador nació en el tierno Niño bajo la mirada de las estrellas que iluminaron la noche de Navidad, luego de que san José contempló extasiado, adorando, al divino Niño, orgulloso dirigió su mirada hacia su delicada esposa, y cumpliendo con su tarea de ser el Custodio del Redentor, convirtió aquella noche en una esplendorosa aurora al pronunciar estas palabras: –María, toma mi manto y envuelve a tu pequeño Bebé.

Sagrada Cuna del Niño Jesús

Sagrada Cuna del Niño Jesús

“Y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre” (Mt 2,7). En la noche dichosa de Navidad, unos pastores se vieron iluminados por una gran luz que precedió a la aparición de un ángel que les dijo: “No teman, pues les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto les servirá de señal: encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios” (Lc 2,10-13). Luego, los ángeles desaparecieron y los pastores se dirigieron a Belén. Al llegar, vieron al Niño, no en los brazos de su madre, sino en el pesebre, como el ángel les indicó en señal de verdad. Ellos se arrodillaron y adoraron al recién nacido, y su postración, sus miradas y su adoración fueron sus regalos.

Gruta de la Natividad

Gruta de la Natividad

“Y la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único” (Jn 1,14).

El Nacimiento de Jesús ocurrió “en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes” (Mt 2,1) a donde acudió “José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret” (Lc 2,4), y mientras allí estaba junto “con María, su esposa, que estaba encinta” (Lc 2,5), “se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo” (Lc 2,6).

Olivos del huerto de Getsemaní

Olivos del huerto de Getsemaní

Tanto los jardines, como el huerto de Getsemaní, emplazados en las faldas del monte de los Olivos, en el valle Cedrón, al este de Jerusalén, son un lugar sagrado de nuestro mundo por las tantas ocasiones en las que allí estuvo el Señor y por ser el sitio en el que sostuvo un intenso diálogo con el Padre celestial en la configuración de la voluntad humana con la voluntad divina y en una decisión de amor que llegó más allá de la voluntad en las palabras de Jesús: “no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú” (Mc 14,36).