Sábado, 20 Abril 2024

San José

San José, modelo de espera en la salvación

Por este medio podemos acercarnos de diversas a maneras a la vida del mundo, al pasado, al presente y a lo trascendente. La Biblia es un medio eficaz para tener un encuentro con los “amigos fuertes de Dios” y con Dios mismo. Muchos de ellos tuvieron contacto con la Palabra de Dios, la hicieron suya, la encarnaron y nos la transmitieron trascendiendo su tiempo y el nuestro. Esto mismo paso con José el esposo de María, de quien Jesús, el Hijo de Dios, nacería.

Enseguida les propongo que hagamos una reflexión con esta lectura de forma divina, siguiendo estos pasos:

1) Leer con sumo cuidado y atención el pasaje bíblico:

Mateo 1, 16. 18-21. 24

“Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con José y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto. Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: -José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados-. Cuando José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor”.

2) En silencio, abrimos el corazón a Dios que nos habla

3) Ahora vamos a meditar con lo siguiente:

El pasaje bíblico está tomado del Evangelio de San Mateo, y forma parte del capítulo 1, que habla sobre la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham. Pues “el Mesías debería ser un descendiente de David y el término “hijo de Abraham” se aplicaba a todos los judíos, Mateo inicia diciendo a todos que Jesús era judío. Pero como también en Abraham Dios prometió bendecir a todos los pueblos, a todas las naciones, Mateo nos muestra el vínculo de Jesús con los grandes patriarcas y su ascendencia real davídica.

José es hijo de Jacob y es esposo de María, es decir, que estaban comprometidos para contraer nupcias. María quizás tendría 14 o 16 años de edad y José unos 18 o 20 años. Y posiblemente los papás de ambos concertaron esta unión con el consentimiento de ambos. Y pasaba hasta un año para que se efectuara la boda. Y en tal caso, cualquier relación íntima con otra persona se consideraba adulterio (véase Deuteronomio 22,23-27).

Las leyes que castigaban el adulterio lo hacían con la pena máxima bajo la lapidación, castigo que se aplicaba incluso durante el compromiso, pero en tiempos de José sólo se hubiese exigido el libelo de repudio exponiendo a María a la vergüenza.

La palabra ángel significa mensajero, de allí que quien revela en sueños a José que el Hijo que espera María sea de Dios, es un ángel. Y el nombre Jesús-Yeshua significa Salvador. Así que lo que hará Jesús es “ser Jesús”, es ser SALVADOR. En Mateo es muy común que Dios intervenga de modo sobrenatural para guiar a alguien, como a los Magos a través de la estrella; y a las mujeres, en el sepulcro vacío, los ángeles.

Era de uso común que los padres dieran a sus hijos un nombre que significara algo, por lo tanto, cuando el nombre lo daba Dios, el nombre resultaba especialmente significativo.

4) A continuación vamos a orar y a actuar:

Toda la Biblia enseña que Dios promete ser salvador, que enviará al Mesías, al Ungido, al Cristo (véase Jeremías 23,5-6), y la salvación es mucho, pero mucho más que tener el perdón personal. Todos los libros de la Biblia enseñan cómo el pueblo oraba para que Dios los librara de las consecuencias de sus pecados, de estar dominados por sus enemigos. Y muchos están seguros de que esa liberación de parte de Dios sucederá cuando el pueblo en conjunto se corrija y se convierta a Dios de todo corazón. Esta es la experiencia de Mateo, quien fue liberado, y en el banquete que ofrece a Jesús invitó a sus amigos, a los que eran como Mateo, pensando lógicamente que si Jesús lo llamó a él, que si lo salvó a él, también lo haría con los que eran como él.

En este fascinante Evangelio de San Mateo, que en el ciclo trienal le corresponde el ciclo litúrgico A, que estamos leyendo en Misa los domingos, José actúa como los hombres y las mujeres del Antiguo Testamento, que obedecieron el llamado de Dios.

José es descendiente de una dinastía que supo de la corrupción humana, como David, Acaz o Sedecías, pero sabía que Dios es fiel a sus promesas de levantar un rey justo cuyo reino no tendría fin, pues Dios siempre cumple todas sus promesas. En José, Dios nos muestra como a los Patriarcas y a los Profetas, que debemos «esperar contra toda esperanza» véase (Romanos 4,18).

María y José quedaron unidos por Dios al enfrentar el enorme desafío a su fe y confianza en Dios. A ambos se les pide asumir una carga de responsabilidad enorme. María fue la primera en asumirlo, y José asume el compromiso de velar por ella y su Hijo. Aun cuando esto era contra todo sentido común y lógica humana, José recibe a María su esposa.

José es un hombre lleno del Espíritu Santo, es justo y lo espera todo de Dios. Sin embargo no quiso castigar a María con el repudio público. Dios lo recompensó no sólo con la orientación y consuelo, sino con la garantía divina de que Él lo había llamado a ser el esposo de María, y de asumir la misión de ser padre para el Hijo de Dios Todopoderoso.

José creyó y aceptó el mensaje divino, creyó y aceptó a María como su esposa, creyó y aceptó al Niño en su seno como el Mesías prometido. Por eso podemos decir: “San José, auméntanos la fe”. José es modelo para todo aquel que espera la salvación de su Pueblo y la liberación de los pecados aún de los ascendientes. Por eso es “nuestro” Santo Patrono, porque es modelo de espera en la salvación.

No hemos de esperar solo el perdón personal de nuestros pecados, sino la salvación de nuestro Pueblo, de todos los pueblos…

Nota: El Padre Daniel Valdés García es Doctor en Bioética y presbítero de la diócesis de Toluca, México.

Protector y custodio fiel

 

La norma general que regula la concesión de gracias singulares a una criatura racional determinada es la de que, cuando la gracia divina elige a alguien para otorgarle una gracia singular o para ponerle en un estado preferente, le concede todos aquellos carismas que son necesarios para el ministerio que dicha persona ha de desempeñar.

Esta norma se ha verificado de un modo excelente en San José, padre putativo de nuestro Señor Jesucristo y verdadero esposo de la Reina del universo y Señora de los ángeles. José fue elegido por el eterno Padre como protector y custodio fiel de sus principales tesoros, esto es, de su Hijo y de su Esposa, y cumplió su oficio con insobornable fidelidad. Por eso le dice el Señor: «Siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor».

Si relacionamos a José con la Iglesia universal de Cristo, ¿no es este el hombre privilegiado y providencial, por medio del cual la entrada de Cristo en el mundo se desarrolló de una manera ordenada y sin escándalos? Si es verdad que la Iglesia entera es deudora a la Virgen Madre por cuyo medio recibió a Cristo, después de María es San José a quien debe un agradecimiento y una veneración singular.

José viene a ser el broche del Antiguo Testamento, broche en el que fructifica la promesa hecha a los Patriarcas y los Profetas. Sólo él poseyó de una manera corporal lo que para ellos había sido mera promesa.

No cabe duda de que Cristo no sólo no se ha desdicho de la familiaridad y respeto que tuvo con él durante su vida mortal como si fuera su padre, sino que la habrá completado y perfeccionado en el cielo.

Por eso, también con razón, se dice más adelante: «Entra en el gozo de tu Señor». Aun cuando el gozo eterno de la bienaventuranza entra en el corazón del hombre, el Señor prefirió decir: «Entra en el gozo», a fin de insinuar místicamente que dicho gozo no es puramente interior, sino que circunda y absorbe por doquier al bienaventurado, como sumergiéndole en el abismo infinito de Dios.

Acuérdate de nosotros, bienaventurado José, e intercede con tu oración ante aquel que pasaba por hijo tuyo; intercede también por nosotros ante la Virgen, tu Esposa, madre de aquel que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Nota: Tomado de los Sermones de san Bernardino de Siena, presbítero; Sermo 2, de S. Ioseph: Opera 7, 16. 27-30.

Oración:

Dios todopoderoso, que confiaste los primeros misterios de la salvación de los hombres a la fiel custodia de San José, haz que, por su intercesión, la Iglesia los conserve fielmente y los lleve a plenitud en su misión salvadora. Por nuestro Señor.

(Preparada por el Instituto de Espiritualidad de la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino, de Roma)

Letanías de San José

Señor, ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros
Cristo, ten piedad de nosotros, Cristo, ten piedad de nosotros
Señor, ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros
Cristo, óyenos, Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos, Cristo, escúchanos
Dios Padre celestial, ten piedad de nosotros
Dios Hijo redentor, ten piedad de nosotros
Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros
Santa María, ruega por nosotros
San José, descendiente de David, ruega por nosotros (se repite tras cada invocación)
Luz de los patriarcas,
Esposo de la Madre de Dios,
Casto Custodio de la Virgen,
Padre Nutricio del Hijo de Dios,
Diligente Defensor de Cristo,
Jefe de la Sagrada Familia,
José Justísimo,
José Castísimo,
José Prudentísimo,
José Fortísimo,
José Fidelísimo,
Espejo de paciencia,
Amador de la pobreza,
Modelo de los obreros,
Gloria de la vida doméstica,
Custodio de las vírgenes,
Sostén de las familias,
Consuelo de los miserables,
Esperanza de los enfermos,
Patrono de los moribundos,
Terror de los demonios,
Protector de la santa Iglesia,
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Perdónanos Señor
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Escúchanos Señor
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Ten piedad de nosotros

Lo hizo dueño de su casa, y el gobernador de todos sus dominios.

Oración
¡Oh! Dios, que con inefable providencia elegiste al bienaventurado José, esposo de tu madre, te rogamos que nos concedas tener por intercesor en el Cielo a quien veneramos por protector en la tierra. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Oración a San José, del Papa León XIII

Suele rezarse esta oración en los meses de marzo y octubre, al terminar el Santo Rosario.

A ti, bienaventurado San José, acudimos en nuestra tribulación; y después de invocar el auxilio de tu Santísima Esposa, solicitamos también confiadamente tu patrocinio. Por aquella caridad que con la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, te tuvo unido, y por el paterno amor con que abrazaste al Niño Jesús, humildemente te suplicamos que vuelvas benigno los ojos a la herencia que con su Sangre adquirió Jesucristo, y con tu poder y auxilio socorras nuestras necesidades.

Protege, ¡Oh! providentísimo Custodio de la Sagrada Familia, la escogida descendencia de Jesucristo; aparta de nosotros toda mancha de error y corrupción; asístenos propicio, desde el Cielo, fortísimo libertador nuestro en esta lucha con el poder de las tinieblas; y, como en otro tiempo libraste al Niño Jesús del inminente peligro de su vida, así, ahora, defiende la Iglesia Santa de Dios de las asechanzas de sus enemigos y de toda adversidad, y a cada uno de nosotros protégenos con perpetuo patrocinio, para que, a ejemplo tuyo, y sostenidos por tu auxilio, podamos santamente vivir, y piadosamente morir, y alcanzar en el Cielo la eterna felicidad. Amén

Carta Encíclica "Quamquam Pluries"

CARTA ENCÍCLICA
QUAMQUAM PLURIES

DEL SUMO PONTÍFICE LEÓN XIII

SOBRE LA DEVOCIÓN A SAN JOSÉ

A nuestros Venerables Hermanos los Patriarcas, Primados, Arzobispos y otros Ordinarios, en paz y unión con la Sede Apostólica.

1. Aunque muchas veces antes Nos hemos dispuesto que se ofrezcan oraciones especiales en el mundo entero, para que las intenciones del Catolicismo puedan ser insistentemente encomendadas a Dios, nadie considerará como motivo de sorpresa que Nos consideremos el momento presente como oportuno para inculcar nuevamente el mismo deber. Durante periodos de tensión y de prueba —sobre todo cuando parece en los hechos que toda ausencia de ley es permitida a los poderes de la oscuridad— ha sido costumbre en la Iglesia suplicar con especial fervor y perseverancia a Dios, su autor y protector, recurriendo a la intercesión de los santos —y sobre todo de la Santísima Virgen María, Madre de Dios— cuya tutela ha sido siempre muy eficaz. El fruto de esas piadosas oraciones y de la confianza puesta en la bondad divina, ha sido siempre, tarde o temprano, hecha patente. Ahora, Venerables Hermanos, ustedes conocen los tiempos en los que vivimos; son poco menos deplorables para la religión cristiana que los peores días, que en el pasado estuvieron llenos de miseria para la Iglesia. Vemos la fe, raíz de todas las virtudes cristianas, disminuir en muchas almas; vemos la caridad enfriarse; la joven generación diariamente con costumbres y puntos de vista más depravados; la Iglesia de Jesucristo atacada por todo flanco abiertamente o con astucia; una implacable guerra contra el Soberano Pontífice; y los fundamentos mismos de la religión socavados con una osadía que crece diariamente en intensidad. Estas cosas son, en efecto, tan notorias que no hace falta que nos extendamos acerca de las profundidades en las que se ha hundido la sociedad contemporánea, o acerca de los proyectos que hoy agitan las mentes de los hombres. Ante circunstancias tan infaustas y problemáticas, los remedios humanos son insuficientes, y se hace necesario, como único recurso, suplicar la asistencia del poder divino.

 

Acude a San José: Una reflexión para los padres de familia

Todos los católicos estamos llamados a la santidad. De hecho, este llamado es la vocación, no solo de sacerdotes y religiosas, sino también de todo católico. Los santos nos han dado un gran ejemplo muy especial que podemos imitar: San José, padre de crianza de Jesús y esposo de la Santísima Virgen María. Reflexionemos sobre él.

José, el hombre justo

Las Sagradas Escrituras y Juan Pablo II (en su exhortación apostólica "El custodio del Redentor"), llamaron a San José "el hombre justo". ¿Qué significa ese término? Pues que era un hombre santo, recto, honesto, íntegro y virtuoso. San José es el más grande de todos los santos, y el ser humano más santificado, después de la Santísima Virgen. En realidad, algunos de los doctores de la Iglesia afirmaron que no se les dieron gracias a ninguno de los santos, que San José no haya recibido también.

Santo Tomás de Aquino dijo que Dios nos da las gracias según el lugar que ocupamos en la vida y el trabajo que hacemos. Por tanto, si Ud. está casado y tiene hijos, Dios le dará las gracias para ser un esposo y un padre santo. Al hombre que es sacerdote, Dios le da la gracia para ser un sacerdote santo. Medite sobre la cantidad de gracia que recibió José para poder ser el padre de crianza del Hijo de Dios y el esposo virginal de María, la Inmaculada Concepción. San José es el más grande de todos los santos, porque estuvo más unido que todos los demás, a Jesús y a su Santísima Madre.

Joseph, un saint populaire

Le 19 mars est un jour de fête attendu. Dans plusieurs pays, on y honore avec solennité et enthousiasme le saint époux de Marie. À la « Saint-Joseph », les gens dansent dans les rues de la Nouvelle-Orléans vêtus de costumes colorés. Les Italiens dressent des tables de festin et préparent des pains qu’ils partagent avec les pauvres. À Valence, en Espagne, de gigantesques sculptures en papier mâché animent la ville puis alimentent un feu de bois. Le passé témoigne aussi de grandes manifestations populaires en Nouvelle-France tels ces coups de canons et ces salves de mousquets qui s’ajoutaient au caractère religieux de la fête.  Instituée au 15e siècle, la fête de saint Joseph est devenue obligatoire dans toute l’Église en 1621 sous le pontificat de Grégoire XV.

« La tradition de la dévotion à saint Joseph remonte d’ailleurs au tout début de notre pays qui lui fut officiellement consacré en 1624 », notait le père Henri-Paul Bergeron, c.s.c., dans l’une des publications du Centre de recherche de L’Oratoire Saint-Joseph (Cahier de Joséphologie, Vol. XXIII, no 1 : janvier-février 1975, .p. 41.). Il continue : « Les Relations des Jésuites nous révèlent à quel point ce culte était populaire en Nouvelle-France. C’est sous son patronage que s’accomplit l’évangélisation des Indiens et c’est le nom que l’on donnait habituellement aux nouveaux convertis. La coutume s’établit rapidement et s’est conservée jusqu’à nos jours de choisir le nom de Joseph comme premier patronyme au baptême. L’étude des mandements des évêques du Québec manifeste aussi que l’encouragement de la dévotion à saint Joseph est une constante de notre histoire. »

San Giuseppe, Sposo della Vergine Maria

Sotto la sua protezione si sono posti Ordini e Congregazioni religiose, associazioni e pie unioni, sacerdoti e laici, dotti e ignoranti. Forse non tutti sanno che Papa Giovanni XXIII, di recente fatto Beato, nel salire al soglio pontificio aveva accarezzato l’idea di farsi chiamare Giuseppe, tanta era la devozione che lo legava al santo falegname di Nazareth. Nessun pontefice aveva mai scelto questo nome, che in verità non appartiene alla tradizione della Chiesa, ma il “papa buono” si sarebbe fatto chiamare volentieri Giuseppe I, se fosse stato possibile, proprio in virtù della profonda venerazione che nutriva per questo grande Santo. Grande, eppure ancor oggi piuttosto sconosciuto.

Il nascondimento, nel corso della sua intera vita come dopo la sua morte, sembra quasi essere la “cifra”, il segno distintivo di san Giuseppe. Come giustamente ha osservato Vittorio Messori, “lo starsene celato ed emergere solo pian piano con il tempo sembra far parte dello straordinario ruolo che gli è stato attribuito nella storia della salvezza”. Il Nuovo Testamento non attribuisce a san Giuseppe neppure una parola. Quando comincia la vita pubblica di Gesù, egli è probabilmente già scomparso (alle nozze di Cana, infatti, non è menzionato), ma noi non sappiamo né dove nè quando sia morto; non conosciamo la sua tomba, mentre ci è nota quella di Abramo che è più vecchia di secoli. Il Vangelo gli conferisce l’appellativo di Giusto. Nel linguaggio biblico è detto “giusto” chi ama lo spirito e la lettera della Legge, come espressione della volontà di Dio.

St. Joseph, Patron of the Universal Church

Everything we know about the husband of Mary and the foster father of Jesus comes from Scripture and that has seemed too little for those who made up legends about him.

We know he was a carpenter, a working man, for the skeptical Nazarenes ask about Jesus, “Is this not the carpenter's son?” (Matthew 13:55). He wasn’t rich for when he took Jesus to the Temple to be circumcised and Mary to be purified he offered the sacrifice of two turtledoves or a pair of pigeons, allowed only for those who could not afford a lamb (Luke 2:24).

Despite his humble work and means, Joseph came from a royal lineage. Luke and Matthew disagree some about the details of Joseph’s genealogy but they both mark his descent from David, the greatest king of Israel (Matthew 1:1-16 and Luke 3:23-38). Indeed the angel who first tells Joseph about Jesus greets him as “son of David”, a royal title used also for Jesus.

We know Joseph was a compassionate, caring man. When he discovered Mary was pregnant after they had been betrothed, he knew the child was not his but was as yet unaware that she was carrying the Son of God. He planned to divorce Mary according to the law but he was concerned for her suffering and safety. He knew that women accused to adultery could be stoned to death, so he decided to divorce her quietly and not expose her to shame or cruelty (Matthew 1:19-25).

Exhortación Apostólica "Redemptoris Custos"

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA
REDEMPTORIS CUSTOS

DEL SUMO PONTÍFICE

JUAN PABLO II

SOBRE LA FIGURA Y LA MISIÓN DE SAN JOSÉ EN LA VIDA DE CRISTO Y DE LA IGLESIA

A los Obispos

A los Sacerdotes y Diáconos

A los Religiosos y Religiosas

A todos los fieles

INTRODUCCIÓN

1. Llamado a ser el Custodio del Redentor, «José... hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer» (Mt 1, 24).

Desde los primeros siglos, los Padres de la Iglesia, inspirándose en el Evangelio, han subrayado que san José, al igual que cuidó amorosamente a María y se dedicó con gozoso empeño a la educación de Jesucristo, [1] también custodia y protege su cuerpo místico, la Iglesia, de la que la Virgen Santa es figura y modelo.

San Giuseppe è un uomo coerente

San Giuseppe è un laico nel senso più pregnante della parola, laico perché non caratterizzato da nessuna funzione ufficiale: è un uomo come tutti, inserito fino in fondo nelle realtà terrene per offrirle come supporto all'Incarnazione. Il Verbo si incarna in una famiglia di cui San Giuseppe è il capo e vive nella realtà delle creature umane, nella condizione più universale, che è quella del lavoro e della povertà. San Giuseppe ci insegna come si offra al Cristo il servizio di una vita totalmente inserita nelle realtà terrene.

Il suo non è un patronato più o meno trionfalistico, ma qualcosa di più profondo, che deriva da una realtà interiore. San Giuseppe ci fa comprendere il contenuto del servizio per il Regno e ci aiuta ad essere nella storia della salvezza coloro che in Cristo credono, a Cristo obbediscono e di Lui si fidano.

St. Joseph, the day after Christmas

Saint Joseph is, besides Christ Himself, the best model of authentic masculinity for a man to emulate. Wanna be a True Man…? be like St. Joseph. After all, he raised Jesus! Quite obviously, St. Joseph knew what he was doing. Have you ever thought about his role in the days following Christ’s birth?

Picture this… Mary gives birth to Jesus. Joseph then sees shepherds, visitors and Magi from the east come to adorn his foster son. Then, angels appear and sing praises about this baby boy. What would be going through your mind, if in the hospital labor and delivery room, people come and sing songs praising your child? We can’t really fathom what was taking place before Joseph’s eyes, or what was going on in his head. Then, imagine that an angel comes to him, again, and tells him that someone (King Herod) wants to kill his newborn son.

Ya sé qué quiero ser de grande

 

Los asaltantes solían esconderse en cuevas, zanjas y en vericuetos de los caminos por los que se desplazaban los viajeros de buena voluntad, que fieles a las tradiciones de sus ancestros, se encaminaban en peregrinaciones que partían desde múltiples y distintos lugares pero siempre hacia el mismo destino. Los delincuentes se aprovechaban de la fe de los creyentes y los asaltaban para robarles las pocas cosas que llevaban para el viaje. Los dejaban apaleados y malheridos pero otras veces los golpeaban hasta matarlos para después, más fácilmente, despojarlos de cuanto traían consigo.

Para protegerse de los salteadores, los peregrinos, siempre con la causa común del encuentro con Dios como destino, se hacían fuertes viajando en grupos que formaban largas caravanas. En ocasiones se servían de guardias especiales de protección, cuyos servicios eran bien pagados por los integrantes de la caravana, a fin de contar con un resguardo adecuado durante el peregrinaje de ida y durante el regreso.

Finalizadas las celebraciones, tenía lugar un gran movimiento de acomodo de equipaje y de viandas para el retorno. Caballos, asnos y camellos recibían la carga que incluía buenas cantidades de agua para resistir el abrasador sol de primavera y frazadas para cobijarse del frío nocturno que todavía se acompañaba de vientos que soplaban los últimos alientos del invierno. Toda previsión debía observarse para mayor seguridad y tranquilidad de los peregrinos. Pero aquel año en particular la angustia se apoderó de María y de su esposo José.

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