Viernes, 19 Abril 2024

Editoriales

Los fenómenos místicos

Los fenómenos místicos

De entre las diversas vivencias religiosas de las que todo cristiano puede percatarse en su interior, como el arrepentimiento, la conversión o el deseo de ser mejor persona, mejor cristiano, mejor hijo de Dios, hay otras que muy pocos experimentan. Se trata de los fenómenos místicos, que son visiones, revelaciones, bilocaciones y estigmatizaciones; todos ellos de origen sobrenatural, aunque se experimentan en lo natural.

Algunos casos bien conocidos son los de san Francisco de Asís y san Pío de Pietrelcina, quienes vivieron muchos años con los estigmas de Cristo en sus costados, pies y manos; san Martín de Porres y san Alfonso María de Ligorio, a quienes se les vio en lugares distintos simultáneamente; santa Teresa de Jesús y san Juan de Cupertino, quienes levitaban mientras oraban.

Para su análisis, los fenómenos místicos se han clasificado en tres grupos, según la parte humana en la que se focaliza el fenómeno:

  • De tipo cognoscitivo: visiones, locuciones, revelaciones, discernimiento de espíritus,  hierognosis o conocimiento de lo sagrado, y otros.
  • De orden afectivo: el éxtasis de íntima comunicación de unión de amor con Dios y los incendios de amor.
  • De naturaleza corporal: estigmatización, lágrimas y sudor de sangre, renovación o cambio de corazones, inedia o ayuno prolongado, privación del sueño, agilidad, bilocación, levitación, sutileza, luminosidad, y perfume sobrenatural.

Para su comprensión, los fenómenos místicos se han agrupado en cuatro conjuntos en relación con Dios:

  • En participación del Conocimiento Divino: el Discernimiento de espíritus y la Hierognosis.
  • En el intercambio de amor con Cristo: la Estigmatización y los Éxtasis de comunicación y de unión de amor.
  • Como intermediario ante Dios para el bien espiritual y físico del prójimo: la Bilocación, la Agilidad, las Visiones y las Locuciones.
  • Como Disfrute anticipado de algunas de las características del cuerpo glorioso: la Inedia, la Vigilia, la Levitación, la Agilidad y la Luminosidad.

En las Sagradas Escrituras, la abundancia de visiones, experiencias religiosas y revelaciones descritas en el Antiguo Testamento constituyen un importante apoyo para el análisis de los fenómenos místicos.

En su materia de estudio, la Teología mística comprende todas las formas extraordinarias de oración, las formas de contemplación en todas sus gradaciones, las revelaciones privadas, las visiones y la unión que surge de ellas entre Dios y el alma, conocida como la unión mística. Los contenidos de la teología mística son tanto doctrinales como experimentales, ya que no sólo registra las experiencias de las almas místicamente favorecidas, sino que también establece reglas para su guía, que se sustentan en la autoridad de las Escrituras, la Tradición y las explicaciones de teólogos, muchos de ellos místicos. Sus reglas y preceptos se dirigen a quienes tienen ocasión de dirigir las almas en los caminos del misticismo, a fin de preservarlos del error mientras facilitan su avance.

El Catecismo de la Iglesia Católica enseña: “El progreso espiritual tiende a la unión cada vez más íntima con Cristo. Esta unión se llama mística, porque participa del misterio de Cristo mediante los sacramentos, los santos misterios, y, en Él, del misterio de la Santísima Trinidad. Dios nos llama a todos a esta unión íntima con Él, aunque las gracias especiales o los signos extraordinarios de esta vida mística sean concedidos solamente a algunos para manifestar así el don gratuito hecho a todos” (numeral 2014).

La mayor parte de los fenómenos místicos son independientes de la santidad porque no tienen por objeto directo la propia santificación de quien los recibe, sino la utilidad espiritual para el prójimo, razón por la que Dios los concede a una persona por encima de sus méritos propios a fin de que coopere a la santificación de los demás y de la Iglesia.

El caso del Padre Pío ha sido el más analizado y documentado, pues debido a una investigación canónica por parte de la Sede Apostólica, se le practicaron exámenes médicos, psicológicos y psiquiátricos. En sus estigmas, los investigadores comprobaron la presencia real de heridas, de sangrado y la reacción normal de los tejidos, pero no pudieron explicar por qué las llagas, que no sanaban, nunca se infectaron aunque estuvieron presentes durante 50 años, desde que aparecieron en 1918 hasta su muerte ocurrida en 1968 ni por qué, después de morir, los estigmas desaparecieron sin dejar huellas ni cicatrices.

Todos los intentos científicos por relacionar los fenómenos místicos con patologías mentales o fisiológicas, han fracasado, y hasta ahora la ciencia no ha podido explicarlos de manera natural porque van más allá de su campo de investigación. La única explicación que prevalece es que se trata de una gracia proveniente de Dios, y se sabe que todo lo que proviene de Dios siempre es gracia.