Sábado, 27 Abril 2024

Editoriales

El Anticristo y los dolores de alumbramiento

El Anticristo y los dolores de alumbramiento

El miércoles de la semana de su Pasión y Muerte, estando Jesús en Jerusalén, “al salir del templo, le dice uno de sus discípulos: «Maestro, mira qué piedras y qué construcciones» Jesús le dijo: «¿Ves estas grandiosas construcciones? No quedará piedra sobre piedra que no sea derruida»” (Mc 13, 1-2).

En respuesta al comentario del discípulo, Jesús profetizó lo que habría de suceder con el Templo en un tiempo cercano, y previno a sus discípulos del asedio y destrucción de Jerusalén que perpetrarían, en el año 70, las tropas romanas conformadas por sesenta mil hombres al mando del general Tito, hijo del emperador Vespasiano.

Contemplando la grandiosidad del Templo resultaba inconcebible lo dicho por Jesús, por lo que “estando luego sentado en el monte de los Olivos, frente al templo, le preguntaron en privado Pedro, Santiago, Juan y Andrés: «Dinos cuándo sucederá eso, y cuál será la señal de que todas estas cosas están para cumplirse»” (Mc 3-4). La predicción del Señor les pareció inaudita a sus discípulos, que queriendo saber más, le presentaron dos preguntas: ¿cuándo sucedería? y ¿cuáles serían las señales previas a tal acontecimiento?

Al responder a ambas preguntas, Jesús se refirió, en un primer momento, a la devastación del Templo, y en segundo lugar a las catástrofes que habrían de ocurrir como signos previos al Fin de los Tiempos. Respondió en un tríptico que en su primer cuadro muestra los peligros que esperan a los cristianos en el curso de la historia; el segundo describe los preliminares de la ruina de Jerusalén; y el tercero presenta su triunfal aparición en la Parusía. “Jesús empezó a decirles: «Miren que no los engañe nadie. Vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: ‘Yo soy’, y engañarán a muchos. Cuando oigan hablar de guerras y de rumores de guerras, no se alarmen; porque eso es necesario que suceda, pero no es todavía el fin. Pues se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá terremotos en diversos lugares, habrá hambre: esto será el comienzo de los dolores de alumbramiento. Pero ustedes miren por ustedes mismos; los entregarán a los tribunales, serán azotados en las sinagogas y comparecerán ante gobernadores y reyes por mi causa, para que den testimonio ante ellos. Y es preciso que antes sea proclamada la Buena Nueva a todas las naciones. Y cuando los lleven para entregarlos, no se preocupen de qué van a hablar; sino hablen lo que se les comunique en aquel momento. Porque no serán ustedes los que hablarán, sino el Espíritu Santo. Y entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos contra padres y los matarán. Y serán odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará” (Mc 13,5-13).

En atención a la pregunta de los discípulos acerca de cuál será la señal de que todas estas cosas están para cumplirse, el Señor dio a conocer tres señales: la manifestación pública del Anticristo, los tremendos desastres mundiales y la apostasía generalizada.

Con respecto al Anticristo, vendrá con todas las falsas señales y prodigios, simulando en un principio amor a los hombres, pero mostrando luego la dureza contra los fieles a Dios.

En referencia a los desastres, en todo momento de la historia ha habido guerras, catástrofes naturales y crisis económicas. ¿Por qué el Señor profetizó, como signos determinantes, sucesos que son una constante? Porque se refirió a esos tres desastres, pero de dimensión mundial, como signos evidentes de que habrá llegado a su fin el Tiempo de las Naciones y que está por nacer el nuevo Tiempo de Paz, tal como los dolores de parto son para toda madre la señal de que su hijo está por nacer.

En lo concerniente a la apostasía, Cristo, que es la Palabra, la verdad y la sabiduría, será suplantado por el Anticristo, que es palabra falsa, falacia y sabiduría simulada.

En cuanto a los discípulos, el Señor les reveló que ellos serían enfrentados tanto por judíos como por gentiles, y les indicó que en aquel entonces el fin no estaba cercano porque antes del fin era preciso que ya hubiese sido proclamada la Buena Nueva a todas las naciones. Al cabo de dos mil años, el Evangelio ya ha sido proclamado en toda la tierra en una proclamación que no implica la conversión de todas las naciones al cristianismo, sino la divulgación mundial de los evangelios. Por lo tanto, que en nuestro tiempo ya se haya proclamado la Buena Nueva a todas las naciones, mueve a preguntarse si acaso el fin ya es cercano.