Sábado, 20 Abril 2024

Editoriales

A todos lo digo: ¡Velen!

A todos lo digo: ¡Velen!

Luego de anunciar su retorno al mundo, Jesús dio a conocer que la fecha quedaba velada para los hombres: “Yo les aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre” (Mc 13,30-32).

El retorno de Cristo

El retorno de Cristo

No será en el mejor momento de la humanidad, sino en el peor, en plena Gran Tribulación, cuando ocurra la Parusía, el retorno de Cristo al mundo: “Mas por esos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas” (Mc 13,24-25).

La Gran Tribulación

La Gran Tribulación

En sus proféticas palabras acerca del Fin de los Tiempos, Jesús dio instucciones a sus apóstoles acerca de lo que debían hacer ante los desastres que anunciarían un gran sufrimiento para Israel: “Pero cuando vean la abominación de la desolación erigida donde no debe (el que lea, que entienda), entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; el que esté en el terrado, no baje ni entre a recoger algo de su casa, y el que esté por el campo, no regrese en busca de su manto. ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Oren para que no suceda en invierno” (Mc 13,14-18).

El Anticristo y los dolores de alumbramiento

El Anticristo y los dolores de alumbramiento

El miércoles de la semana de su Pasión y Muerte, estando Jesús en Jerusalén, “al salir del templo, le dice uno de sus discípulos: «Maestro, mira qué piedras y qué construcciones» Jesús le dijo: «¿Ves estas grandiosas construcciones? No quedará piedra sobre piedra que no sea derruida»” (Mc 13, 1-2).

El Fin de los Tiempos

El Fin de los Tiempos

Comenzó y terminó el tiempo de la creación, a su vez el tiempo de los reyes, el tiempo de los jueces y el de los profetas. Con la Natividad del Señor, en la noche de Navidad, inició la Plenitud de los tiempos o Tiempo de la Plenitud; tras su bautismo comenzó el tiempo del Mesías, que concluyó con su Ascensión al Cielo; y con la venida del Espíritu Santo, en Pentecostés, inició el Tiempo de las Naciones, también llamado de los Gentiles y de la Iglesia.

Los escribas y la viuda

Los escribas y la viuda

Estando en el templo de Jerusalén, Jesús quiso enseñar a quienes le escuchaban con agrado que evitaran vivir la religiosidad a la manera de los escribas, protagonistas de un espectáculo sobre un escenario en el que hacían lucir una simulada santidad de la que en realidad carecían. Se ocupaban de todas las cosas materiales, pero descuidaban lo que le corresponde al espíritu. “Decía también en su instrucción: «Guárdense de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y que devoran la hacienda de las viudas so capa de largas oraciones. Ésos tendrán una sentencia más rigurosa»” (Mc 12,38-40).

Descendiente y Señor de David

Descendiente y Señor de David

Luego de que el Señor le enseñara a un escriba, en respuesta a su pregunta acerca de cuál es el primero de todos los mandamientos, que el mandamiento principal es amar a Dios y que el segundo es amar al prójimo como a uno mismo, el escriba le manifestó su total acuerdo y adhesión, por lo que Jesús le hizo saber: “No estás lejos del Reino de Dios” (Mc 12,34).

¿Cómo no estar lejos del Reino de Dios?

¿Cómo no estar lejos del Reino de Dios?

A veces, entre los insensatos, hay algunos que dejan de serlo porque comienzan a desarrollar un criterio propio. Tal fue el caso de un escriba que no tenía interés en poner a prueba a Jesús ni era su antagonista. En verdad quiso aprender del Señor, y tras haber escuchado que les respondió con sabiduría a los saduceos, le podría iluminar con respecto a una duda que no había podido resolver desde hacía tiempo: “Se acercó uno de los escribas que les había oído y, viendo que les había respondido muy bien, le preguntó: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?». Jesús le contestó: «El primero es: escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos»” (Mc 12,28-31).

En error por no entender las Escrituras

En error por no entender las Escrituras

Tras el fracaso de los fariseos y herodianos, en su intento por calumniar a Jesús al preguntarle acerca de licitud de pagar el tributo debido al César, los saduceos intentaron, a su vez, ridiculizar sus enseñanzas; y aunque constituían un partido opuesto a los de herodianos y fariseos, se habían mantenido al margen de la persecución contra él y no se habían entrometido hasta entonces en su predicación, por temor a que se produjera un conflicto religioso-político, pero decidieron embestir:

Lo de Dios, a Dios

Lo de Dios, a Dios

Las autoridades judaicas, de las que Jesús había presentado, por medio de una parábola, una analogía con viñadores homicidas, le enviaron a fariseos y herodianos para calumniarlo. Al llegar donde él simularon tenerle consideración y respeto; pero en ellos la hipocresía y la trampa iban de la mano, pues llegaron con una insinuación aduladora para lograr arrancarle una respuesta comprometedora, ya que los herodianos promovían el pago del tributo, en tanto que los fariseos y los zelotas lo impugnaban: Y envían hacia él algunos fariseos y herodianos, para cazarlo en alguna palabra.Vienen y le dicen: «Maestro, sabemos que eres veraz y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?».Mas él, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me tientan? Tráiganme un denario, que lo vea».Se lo trajeron y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?». Ellos le dijeron: «Del César».Jesús les dijo: «Lo del César, devuélvanselo al César, y lo de Dios, a Dios». Y se maravillaban de él” (Mc 12,13-17).

Los viñadores homicidas

Los viñadores homicidas

Jesús les había respondido a las autoridades judaicas que él no les diría con qué autoridad había detenido la actividad comercial en el Templo. Sin embargo, les narró una alegoría que contenía tanto la descripción estricta del origen de su autoridad como la causa de su inminente muerte: “Y se puso a hablarles en parábolas: «Un hombre plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores, y se ausentó. Envió un siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de los frutos de la viña. Ellos lo agarraron, lo golpearon y lo despacharon con las manos vacías. De nuevo les envió a otro siervo; también a este lo descalabraron y lo insultaron. Y envió a otro y a éste lo mataron; y también a otros muchos, hiriendo a unos, matando a otros. Todavía le quedaba un hijo querido; les envió a éste, el último, diciendo: ‘A mi hijo lo respetarán’. Pero aquellos labradores dijeron entre sí: ‘Éste es el heredero. Vamos, matémoslo, y será nuestra la herencia’. Lo agarraron, lo mataron y lo echaron fuera de la viña” (Mc 12,1-8).

Con la autoridad de Dios

Con la autoridad de Dios

Luego de haber expulsado a los mercaderes del Templo, y dejando atrás la higuera seca, en la aldea de Betsaida, el martes regresó Jesús a Jerusalén “y, mientras paseaba por el Templo, se le acercan los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, y le decían: «¿Con qué autoridad haces esto?, o ¿quién te ha dado tal autoridad para hacerlo?». Jesús les dijo: «Les voy a preguntar una cosa. Respóndanme y les diré con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres? Respóndanme»” (Mc 11,27-30).

Sabios y Magos

Sabios y Magos

La figura de los Magos, o Reyes, o Santos Reyes, aparece ya desde el Antiguo Testamento como protagonistas de un momento en el que el Dios de Israel, será conocido por todos los demás pueblos.