Velo de la Virgen María

Velo de la Virgen María

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Durante el providencial suceso de la Anunciación, ante el saludo del ángel, la Virgen María se mantuvo serena, la cabeza siempre erguida y sin alterarse en lo mínimo. No le alteró la presencia del ángel aunque sí lo que dijo, como refiere el Evangelio: “Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo” (Lc 1,29). Es de considerar que la dignidad de la creatura en cuyo seno se encarnaría el Verbo eterno de Dios, de quien ella sería Madre, fuese superior en dignidad a la del Mensajero celestial. ¿Es de suponer que a ella, concebida sin culpa ni pecado, los espíritus puros del cielo le pareciesen naturalmente afines a la pureza inmaculada de ella misma? Sí, pues para las creaturas del mundo sobrenatural, lo sobrenatural es natural.

El arte sacro de los iconos marianos bizantinos supo expresar la dignidad y honorabilidad de la Virgen que da a luz a Dios, rodeando su rostro con un delicado velo que al tiempo que cubre su cabeza y cabellos, proyecta una sombra en su frente y cae armonioso sobre sus hombros. Este velo, al que los monjes ortodoxos llaman maphorion, aparece adornado con tres estrellas doradas, una sobre la frente y una sobre cada hombro de la Virgen, que son símbolo de dos realidades que en ella se conjugan: la primera es simbolizada por tres estrellas, una para cada divina Persona de la Santísima Trinidad, pues ella es hija de Dios Padre, esposa de Dios Espíritu Santo y madre de Dios Hijo; la segunda es simbolizada por las mismas estrellas que a su vez refieren su triple y perpetua virginidad: antes, durante y después del parto. Estos iconos marianos suelen mostrar, sobre fondo de oro y a ambos lados de la Virgen María, las letras en griego MO OY, que expresan lo que a ninguna otra creatura le es atribuible: Madre de Dios.

San Ambrosio (340-397), Doctor de la Iglesia y obispo de Milán, en una de sus homilías reflexiona en la dignidad de María, nunca altiva, siempre humilde: “¿Qué hay más noble que la Madre de Dios? ¿Qué tiene mayor esplendor que aquella que engendró el cuerpo de Cristo sin manchar el suyo? Ella era virgen no sólo en el cuerpo sino también en el alma, porque nunca enturbió la transparencia de su espíritu con ningún deseo ambiguo. Era humilde de corazón, escueta en sus palabras, prudente de ánimo, mesurada en el hablar, pero deseosa de aprender. No ponía su esperanza en la posesión incierta de riquezas sino en las oraciones de los pobres; dispuesta al trabajo, tímida al escuchar los discursos, deseaba como único juez del alma no al hombre sino a Dios; no contradecía a nadie, deseaba el bien a todos, cedía el lugar a los ancianos, no envidiaba a las mujeres de edad, rehuía la vanagloria, se apegaba al buen sentido, amaba la virtud”.

El maphorion que llevaba puesto la Virgen María al momento de la Anunciación y de la Encarnación se venera en la catedral de Chartres, Francia, a donde llegó en el año 876 como donación del rey Carlos el Calvo, emperador de Occidente y nieto del emperador Carlomagno, quien anteriormente fue poseedor de la reliquia mariana que a su vez le fue donada por el emperador de Constantinopla.

El Velo es rectangular, de seda y sin costuras, según un informe de 1712. Un examen practicado en 1927 demostró su datación de dos mil años y su procedencia de Oriente.

Esta reliquia le confirió tal importancia a Chartres, que su primigenia catedral, de estilo románico, se convirtió también en basílica dedicada a la santísima Virgen, y en destino de millares de peregrinaciones.

En 1194, un incendio causado por un rayo redujo a cenizas la basílica románica, y la tristeza se instaló en Chartres más por considerar la pérdida de la reliquia que por la destrucción de su catedral, pero al cabo de tres días de búsqueda, de los escombros salió un sacerdote cubierto con el Velo que lo protegió de las llamas, milagro que provocó entusiasmo por construir una nueva catedral y basílica, ahora de estilo gótico, con donaciones procedentes de toda Europa. Se concluyó en 1260, se consagró a la Asunción de Nuestra Señora y se reanudaron las peregrinaciones que se prolongaron por siglos en los que multitud de peregrinos obtuvieron gracias y milagros por medio del Velo de la Virgen, pero con el paso del tiempo y la pérdida de Fe, la catedral de Chartres creció en fama por su estilo gótico y por sus vitrales esplendorosos en tanto que la sagrada reliquia, tristemente cayó en el olvido.